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Diario de nuestro viaje a los fiordos del oeste de Islandia

Hace un mes que partía nuestro viaje a la zona desconocida de Islandia, sus fiordos del oeste. Te contamos como fue y cómo se pueden ver auroras boreales en agosto.


La tierra del hielo y el fuego nos dejó sin respiración a medida que avanzábamos por todos los rincones del país, disfrutando la naturaleza en su máximo esplendor que ofrece este territorio. Volcanes, glaciares, fallas, cascadas, géiseres...Y también enormes fiordos desconocidos.

El círculo dorado

Posiblemente estamos ante uno de los recorridos con más interés de todo el país. No por ser tan conocido, y repleto de gente durante todo el año, le quita una pizca de espectacularidad. En esta ruta circular, que en nuestro caso la empezamos desde la capital, Reykjavik, hay diversos puntos de interés en pocos kilómetros que hacen del recorrido una excursión obligatoria en la visita a Islandia.

La primera parada es el Parque Nacional de Thingvellir. Probablemente el lugar más importante a nivel histórico de todo el país. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, allí se creó el primer parlamento democrático del mundo, en el siglo X, donde solo se conservan los cimientos en Alpingi. Además de su contenido histórico, el parque nacional es un lugar único porque en los inmensos valles que lo ocupan se produce el encuentro de las placas tectónicas norteamericana y euroasiática.

Aunque el parque es inmenso, es recomendable andar entre grietas de la falla por un sendero precioso hasta la cascada Öxarárfoss, nuestra primera cascada del viaje en un entorno encantador. Tras la cascada, siguiendo el sendero las grietas se van juntando y deja unas imágenes espectaculares que sedujeron a los creadores de Juego de Tronos para grabar una de sus escenas más famosas.



Continuando el recorrido en dirección norte, la próxima parada es el sitio conocido como Geysir. En la zona geotermal de Haukaladur se encuentran numerosas pozas de agua cristalina por encima de 100 grados centígrados, donde destaca el Gran Geysir que puede lanzar agua hasta más de 120 metros de altura. Aunque actualmente se encuentra en un periodo durmiente, el vecino Strokkur lanza agua cada 15 minutos aproximadamente a unos 30 metros de altura.



El contacto del agua superficial con las rocas calentadas por el magma hace que se produzcan estas erupciones tan visuales. Hay que tener paciencia y tener preparada la cámara porque las erupciones no son frecuencias automáticas ☺


A 15 minutos de Geysir, siguiendo por la carretera 35, hay una parada obligatoria en uno de esos sitios del planeta que hacen que se te contenga la respiración. La cascada Gullfoss es la más emblemática del país y la más caudalosa de Europa. Caídas de agua de diferentes alturas hacen una estampa preciosa desde los diferentes miradores.


Así, también puede acercarse a ella por un sendero que la rodea, aunque es recomendable llevar chubasquero si no pretendes quedarte totalmente empapado del vapor de agua de la catarata. Es, sin duda alguna, la naturaleza en su máximo esplendor.



Y pensar que estuvo a punto de convertirse en una presa en los años 80...


Ya camino de vuelta a Reyjkavik, la última parada en nuestro recorrido al círculo dorado fue el cráter Kerid. Una parada sorprendente por no ser, en principio, una de las paradas obligatorias en el Círculo Dorado. Sin embargo, es un cráter precioso con unos colores muy vivos que deja imágenes como las de la fotografía que hacen justicia a la belleza del lugar. Tanto la parte inferior del cráter, como la superior, merecen caminarse.



Lejos de quedarse a descansar en el hotel, Reyjkavik es una ciudad que vale la pena callejear tanto de día como de noche. Aunque en nuestro caso, viajamos en época Covid, hay mucho ambiente en los locales nocturnos, sobre todo en fin de semana. Tras un paseo por el casco viejo y tomar alguna de las especialidades locales como es el cordero o pescado (como el famoso tiburón fermentado), un paseo por el puerto con el famoso edificio Harpa iluminado con la puesta de sol de telón de fondo es una forma inmejorable de terminar un magnífico día. Es hora de coger fuerzas para conocer el Oeste de Islandia.



Península de Snaefellsnes


A escasas dos horas desde Reykjavik, en dirección noroeste, aparece una especie de ecosistema propio que sobresale en el oeste del país. En muchos sitios, la península de Snaefellsnes aparece con la denominación de "Islandia en miniatura" y la verdad es que no se engañan en absoluto. Glaciares, campos de lava, cráteres, cascadas... Rodear la península es una excelente opción para ver paisajes muy bellos, además sin la masificación del sur del país.


Entrando a la península, la imagen del cráter Eldborg nos da la bienvenida. Tras paisajes menos atractivos durante el trayecto desde la capital, al llegar a la península cambia radicalmente.


Nuestra primera parada nos lleva a una playa muy especial. La playa Ytra-Tunga nos deja unas imágenes preciosas con el glaciar de telón de fondo, pero es famosa por la fauna que vive allí. Este lugar, también bautizado como playa de las focas, es un lugar idóneo para ver a estos simpáticos mamíferos que reposan sobre las rocas cerca de la orilla.



En pocos kilómetros hay bastantes paradas, que aunque sean de corta duración merece la pena llevarse una instantánea del lugar. Es el caso de la iglesia Budakirkja o más conocida como iglesia Negra o el cañón Raudfeldar, donde aparece una impresionante grieta en medio de la montaña donde los más aventureros pueden adentrarse, eso sí, preparad un par de zapatos de recambio si no son impermeables.



Bordeando la península por la parte oeste por la carretera 54, destacan varios puntos de interés como la localidad de Arnastapi, el acantilado Pufubjarg o la playa de arena negra de Djúpalonssadur. También nos topamos con el cráter Sáxholl, al cual se puede subir fácilmente por unas escaleras laterales y donde se observa una de las mejores vistas panorámicas de toda la península. Esa imagen en la parte superior del cráter con el glaciar del volcán Snaefellsjökull de fondo, es una de las panorámicas inolvidables del viaje. Como anécdota, cabe subrayar que este glaciar volcánico es la puerta de entrada al centro de la Tierra en la novela de Julio Verne "Viaje al Centro de la Tierra".



A punto de llegar a nuestro alojamiento en este intenso día por la península, en Grundafjordur, aparece ante los ojos del visitante una de las postales del país: La montaña Kirkjufell. Esta montaña que se traduciría como “montaña-iglesia”, por su similitud con el tejado antiguo de las iglesias vikingas, es uno de los puntos más fotografiados de Islandia.

Además para los amantes de Juego de Tronos, caminando hacia la montaña puedes sentirte Jon Snow en busca del caminante blanco más allá del muro. Le falta un poco de nieve, pero aún estamos en agosto.


En verano, en invierno, de día, de noche junto a la aurora boreal... El encuadre para una postal lo tiene todo. Lástima que esa noche, de momento..., no se vieron las auroras boreales.



Los desconocidos fiordos del oeste o Westfjords


Tras una travesía en ferry desde la península Snæfellsnes, nuestro viaje a los fiordos del oeste islandeses comienza con uno de los platos fuertes de la ruta: los impresionantes acantilados de Látrabjarg. Una maravilla natural que te dejará sin aliento si te atreves a asomarte lo suficiente a una de sus inmensas paredes de roca de casi 500 metros de altura. Pero cuidado, no hay vallas por ningún lado... Ser prudente nunca está de más.



Estos acantilados albergan miles de aves marinas que anidan allí, entre las que destacan los frailecillos o Puffins, las más icónicas del país. Dedicar unos minutos a contemplar sus incesantes idas y venidas desde el mar es, sin duda, un espectáculo digno de admirar.



Pero eso no es todo, un sendero te permite realizar una caminata a través de los acantilados, que cuentan con una longitud de 12 km aproximadamente.



Tras dedicar un par de horas en Látrabjarg, nos dirigimos a las playas Breiðavík y Rauðisandur, que destacan por el color de su arena dorada y rosada, respectivamente. La guía Lonely Planet destaca la playa de Rauðisandur como la principal atracción de la zona, y es que se trata de un lugar excepcionalmente tranquilo y bonito que, además, cuenta con una zona de picnic donde se puede hacer una parada para comer.



Tomamos la carretera 612 en dirección norte hasta llegar a Patreksfjörður, donde tenemos el primer alojamiento en esta remota zona de Islandia. Por el camino, encontramos los restos del barco de acero más antiguo de Islandia. El Garðar BA 64 fue construido en Noruega en el año 1912 y se encuentra varado desde el año 1981.



Al día siguiente, continuamos nuestra ruta en coche hasta llegar a la imponente Dynjandi, una de las cascadas más bonitas y grandes de Islandia. Dejamos el coche en el aparcamiento y seguimos el sendero, en el que encontramos otras cascadas más pequeñas que anticipan el ruido de la majestuosa Dynjandi.



Situarse a los pies de este inmenso salto de agua es una sensación indescriptible. Además, si apartas la mirada un momento de la cascada, las vistas que se tienen del fiordo desde lo alto del sendero también son preciosas.




Dejamos atrás Dynjandi y conducimos hasta la capital de la región: Isafjördur. Este bonito pueblo es el más grande de la zona y cuenta con numerosos restaurantes, supermercados y hasta un hospital. Aprovechamos la parada para comer y continuamos la ruta hasta llegar a Suðavik, desde donde salen las excursiones que tenemos preparadas para los dos próximos días.


Durante de la segunda quincena de agosto, ya se puede tener suerte con las auroras boreales en Islandia. Las noches empiezan a ser oscuras y tuvimos mucha suerte en algunas de ellas, pudiendo ver a la dama verde aparecer y bailar sobre nosotros. Como siempre, una experiencia para vivir al menos una vez en la vida.



A la mañana siguiente nos reunimos con Rodolphe, el guía francés experto de la zona. Esta jornada la pasamos inmersos en el hábitat de los zorros árticos. Más concretamente, en el territorio de la conocida como La Merdose, una zorra ártica que nuestro guía lleva estudiando y siguiendo durante 9 años. Cada zorra tiene su propio territorio y no deja entrar a ningún otro ejemplar de su especie, excepto durante el periodo de apareamiento. Ésta es solo alguna de las curiosidades que Rodolphe nos cuenta durante la excursión, que dura un día entero y nos hace integrarnos con el entorno.



Vestirse de camuflaje, seguir el rastro de los zorros, coger los prismáticos y avistar a estas criaturas únicas, es una de las experiencias más especiales que se pueden vivir.



Esperamos que con este post, os hayan entrado ganas de visitar la Islandia desconocida en el futuro. Esperamos verte con nosotros por aquí la primavera o verano del año que viene. Te encantará.


Pau Puig, de Fiordo Polar



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